Arte: ‘Actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas, valiéndose de la materia, la imagen o el sonido’. Esta es la definición de la RAE. Está claro que no todo el arte es grande o pequeño, o incluso bonito, pero la historia que tiene detrás es lo que le atribuye personalidad y sensibilidad. Con la curiosidad como conductora de estas líneas, la búsqueda de lo diferente e innovador es el número uno de nuestra lista y, quedándose ajeno al mundo del arte a tamaño real, hoy vamos a abrir el cofre de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ y vamos a comernos la galleta para hacernos ‘pequeños’ y así, poder apreciar el arte en miniatura.
- La caja fuerte mini que podrás llevar en tus viajes
- La polifacética artista Alejandra G. Remón: «Este nuevo libro es una exposición en miniatura»
La costumbre de ver altos murales e imponentes cuadros, nos ha acostumbrado a que el arte tiene que tener unas dimensiones estándar o a lo grande, pero obviamos la dificultad que tiene hacer pequeñas obras. Nunca nos habríamos planteado tener el cuadro de La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, que mide escasos centímetros, o incluso una pequeña sala de arte en miniatura, con La Noche Estrellada, de Van Gogh, con las medidas de una moneda de euro, pues ahora es posible y una realidad.
El comienzo de esta rama no es nada nueva, puesto que nació con Giulio Clovio, un pintor del renacimiento italiano especializado en miniaturas o iluminaciones para libros. Su gran destreza le sirvió el apodo de Miguel Ángel de las miniaturas. Está considera como el mejor ilustrador del siglo XVI y gran parte de su fama se le atribuye gracia a su amistad con El Greco. Aprendió a pintar, siendo muy joven, en el monasterio benedictino de Crikvenica, de donde formaba parte como clérigo. Perfeccionó sus conocimientos en Roma y en Verona de la mano de los maestros Giulio Romano y Girolamo dai Libri. Trabajó por encargo para reyes y grandes personalidades, que eran las que podían costearse el desarrollo de una obra única que duraba años en ver la luz. Se especializó en temas históricos y religiosos en formatos diminutos.
Con su evolución, surgen los retratos en miniatura y esta tendencia se desarrolla a partir del siglo XVI. Eran pequeños cuadros donde se retrataban personajes en un marco frecuentemente ovalado. Muchos pintores se dedicaron en exclusiva a esta faceta, mientras que otros, como Goya, lo incorporaron como una corriente más dentro de su actividad. Todo ello lo hemos traído a la actualidad, a través de un miniverso exquisito. El trabajo que conlleva una de esas obras, por mentira que parezca, puede llevar horas e incluso días, puesto que hay que ser poseer una delicadeza especial y un pulso de lo más rígido. Obras de arte con tamaños que no cubren ni siquiera la palma de una mano.
Por muy poco común que parezca, se han organizado varias exposiciones sobre esta vertiente e incluso se pudo ver una en Melbourne, el corazón de Australia, donde hace poco se reunió a más de 30 artistas referentes en estas miniaturas. Las piezas exhibidas van de pintura a modelos de construcciones y escultura, y cada una resalta la tremenda cantidad de trabajo que implica su oficio. Si nos acercamos, podemos observar todas las pequeñas marcas talladas, brochazos minúsculos y un uso mínimo de materiales.
En un mundo donde la mente juega con la imaginación, la magia está en la invitación hecha al espectador a reimaginar el mundo en una escala completamente diferente, una en la que incluso Pulgarcita sea considerada una gigante. El arte en miniatura deleita a los ojos y tienta al cerebro con posibilidades.